Así parece que caminan algunas sociedades, sobre todo la norteamericana. Leo con asombro cada vez noticias, no preocupantes, sino estúpidas: por un lado el escándalo que se forma porque una actriz francesa le da el pecho a su hijo -con discreción- en un restaurante, por otro lado -hoy mismo- se arma de nuevo la marimorena al asomarse por la esquina de una foto familiar los pechos de su madre.
Creo que ya no respetan ni la maternidad. No nos olvidemos que los senos femeninos son fuente de vida y convertirlos en objeto sexual sólo por el morbo del que mira me parece una aberración. ¿Dónde está la cordura? ¿En qué armario la han guardado? ¿Dónde han tirado la llave?
Lamentablemente lo que pudiera parecer un hecho aislado, o un comentario «rosa», no deja de ser una realidad en un país de más de 300 millones de habitantes y que -por desgracia- quiere erigirse como espejo mundial en el que tod@s debemos mirarnos. Gracias pero no.
Como contrapartida aquí tenemos nuestra pequeña España donde las mamás pueden dar el pecho a sus hijos sentados en un parque con el beneplácito del vecino, que incluso reprende a aquell@s otros pequeñ@s que alteran con sus gritos la alimentación del bebé; y tenemos a cantidad de mujeres -por fortuna, cada vez más- que llegado el verano permiten que sus pechos se bronceen en la playa con la misma justicia que lo hacen sus mejillas. Sin avergonzarse, y sin avergonzarlas.
Creo que podemos empezar a sentirnos orgullos@s del sitio en el que nos ha tocado vivir. De momento.