Desnud@s al teléfono.

27/03/2006

El sábado pasado La Voz de Galicia, publicaba esta noticia: «Mas de un tercio de las personas que hablan por teléfono en el Reino Unido hacen las llamadas desnudos, siendo los hombres más tendentes a no llevar ropa que las mujeres, según un estudio publicado el jueves por la Oficina Postal británica. La encuesta reveló que cerca del 40% de los hombres admitieron que charlaban desnudos, frente al 27% de mujeres.»

El párrafo deja lugar a muchas dudas e interpretaciones, pero casi todas positivas para el naturismo. Vamos allá:
a) El hecho de hablar por teléfono supongo que será subjetivo, pues sería bastante irracional desnudarse unicamente para hablar por teléfono. Entiendo esa desnudez dentro de un contexto cotidiano y habitual, mientras que el «momento teléfono» se encaja dentro de ese marco hogareño.
b) El dato del 40% para hombre y 27% para mujeres, también resulta llamativo pues en la mayoría de los lugares donde los nudistas conviven habitualmente la diferencia (un 13%) de desnudos entre ambos sexos suele ser mayor que la referenciada por la encuesta. Esto confirma lo que se ha hablado muchas veces en numerosos foros y otros canales de comunicación que utilizamos los nudistas y es el hecho de que la mujer se siente más cómoda desnuda en un entorno conocido, en este caso su hogar.
c) Otra lectura que podemos dar de esos porcentajes es la de «nudistas potenciales», puesto que declararlos ya como «nudistas reales» me parece precipitado con tan poca información. Luego nos acercamos a una playa británica y ¿se corresponden estas cifras con la de gente desnuda que nos encontramos?. Seguro que no. Y analizar esa negativa supongo que llevaría más de un artículo y unas cuantas encuestas más.
d) Si realizaramos una encuesta similar en España, ¿qué cifras arrojaría?. Supongo que mucho peores. La normalización del desnudo en nuestro país está mucho más a la cola que la británica, aunque su aceptación pueda estar por encima. Vuelvo a suponer que parte de esa contradicción está en la encorsetada moral británica.

Y así podríamos seguir, leyendo y releyendo el párrafo en cuestión. Cada uno obtendría lecturas distintas, positivas y negativas según el enfoque que le querramos dar. Pero en principio y nada más leerlo estás son las que me han ocurrido sólo con verlo.

Se aceptan más, si tienen a bien exponerlas.

Xouba


Para l@s curios@s.

20/03/2006

El pasado sábado con puntualidad inglesa, tocábamos el timbre de casa de nuestros amigos. Sinceramente no nos habíamos preparado mucho, ropa deportiva y paraguas para la lluvia; el paraguas quedaria a la entrada, y la ropa deportiva también.

Nos abre la puerta nuestro anfitrión, sólo con las zapatillas de casa puestas. Desde la cocina se oye la voz de su mujer dándonos la bienvenida y pidiendonos excusas porque aún está con los últimos golpes de fogón. Abandono mi abrigo en el perchero del recibidor y me voy con la botella de vino que traía hacia la cocina para meterla unos minutos en el frigo. Allí mi anfitriona con su delantal y sus zapatillas como única indumentaria de cocina me daba instrucciones sobre dónde colocar la botella. La saludo, le agradezco la invitación, y me voy al salón, en el que mi mujer y el otro chico departían sobre el viaje y sobre el resto de invitados que no tardarían en llegar.

Ya sin el delantal la cocinera se acerca al salón con unas copas por si queriamos ir haciendo boca, aunque antes de ofrecernos el vino nos indica la habitación en la que podemos dejar nuestra ropa. «Muchas gracias», y allá nos vamos prestos a desnudarnos. En esas estábamos cuando suena el timbre y franquean el umbral las otras dos parejas, a las que oimos preguntar por nosotros y a las que les responden que estamos «cambiandonos para la cena». Salimos de la habitación y los saludamos con los besos de rigor, y casi sin tiempo a iniciar la charla se dirigen a la habitación de la que nosotros saliamos preguntando si es ahí donde hay que dejar la ropa.

Entretanto en el salón ya estábamos sirviendonos las copas y esperando a que se incorporaran definitivamente a la reunión. Allí todos desnudos levantamos las copas y brindamos para volver a reunirnos más veces. Risas, chistes, bromas, y una llamada de atención para sentarnos a cenar que se enfriaban los alimentos. Una vez en la mesa dando cuenta de los aperitivos alguien apunta que una vez más nadie ha tenido la precaución de traerse unas zapatillas para evitar el frio del suelo, aunque la subida de temperaturas de estos días, y el golpe de calefacción que los anfitriones habían tenido a bien darle a la vivienda, las hacían prescindibles. Al menos, para mí.

Más risas, más anécdotas, y más «querer saber» del otro desde la última reunión. Saciados los estómagos y saciada la sana curiosidad que te lleva a preocuparte por la vida de tus más allegados, decidimos continuar la sobremesa en los sofás. La música ambiental, la charla agradable, y las conversaciones dos a dos alargaron la noche hasta bien entrada la madrugada. Y llegó el momento de la despedida, más que nada, vencidos por el sueño y por el cansancio que por el aburrimiento.

Casi no pudimos evitar despertar a todos los vecinos cuando la primera pareja que salía se olvida de ropa, pues simplemente tomaron sus abrigos en el brazo y se ponían a despedirse entre las caras de asombro de todos los demás. El hecho de estar nuevamente todos en la habitación poniéndonos las ropas despertó en mi una curiosidad: «¿Y si volvieramos desnudos a casa?»; «No», respondieron tajante; «Hace mucho frio», completaron la respuesta. Se abre ante mí una nueva posibilidad, que en cuanto el tiempo acompañe tal vez intente. Las sombras de la noche serán testigos de este desafio. Ya les contaré como acaba.

Supongo que aquell@s que dejan vagar su imaginación por el lado más morboso, caminado con sus ideas por el lado más sexual de la desnudez verán en este acto social un cúmulo de erotismo, perversión, líbido desatada y sexo desaforado. Nuevamente lo siento por ell@s, su hambre de sexo deberán saciarla leyendo otro tipo de anécdotas, porque esta ha transcurrido por el lado más humano de las relaciones interpersonales, aquellas que nos permiten charlar, reirnos, y sentir empatía con nuestros semejantes; esos que tampoco usan ropa cuando no la necesitan.

Xouba


Cena nudista.

17/03/2006

Suena el teléfono y la voz del otro lado me saluda afectuosamente -no me esperaba menos- y me dice:
– ¿Qué tal tienes el próximo fin de semana?
– De momento, sin compromiso.
– Es que hace tiempo que nos vemos y estábamos pensando en quedar para cenar todos juntos.
– Vale, por mi perfecto.
– Aviso, ¡¿cena nudista?! -me advierte, medio amenazante, medio interrogante-.
– Ya te he dicho, que por mi perfecto. Todos más cómodos.

Tras unas risas que respondían a las mías, continua con una explicación más detallada:
– Es que hemos estado viendo las fotos de la cena pasada y nos entró la ‘morriña’. Así que pensamos que no estaría nada mal repetirlo.
– La verdad, es que me has leido el pensamiento. Esta misma semana se me ocurrió a mi lo mismo.
– Entonces ¿quedamos para el sábado en nuestra casa?.
– Como lo preguntes más veces voy a terminar diciéndote que no (e inserto unas risas para acompañar mi supuesto enfado).

Nos despedimos no sin antes dejarnos unos saludos para nuestras respectivas familias e incoharnos a volver a hablar antes del acontecimiento.

A algunas personas puede resultarle extraño esto que acabo de comentar, y reconozco que para ajenos y neófitos en el mundo naturista raya en lo chabacano; y de hecho es motivo de discusión en muchos foros donde los novatos suelen mostrar su relativa disconformidad o incomodidad ante una situación así. Alegan siempre cierta etiqueta para esos actos; los tan traidos y llevados «motivos de higiene» que últimamente sirven de escudo antidisturbios para cualquiera que tenga a bien hechar mano de él; y por último también siempre hay quien apunta ciertos intereses morbo-sexuales en el trasfondo de esas reuniones.

Bueno, de opiniones está el campo sembrado; de ellas saldrán los frutos que queramos recoger. Y lo peor, con ese fruto alimentaremos a las generaciones venideras.

De momento, a la generación que me ha tocado criar y con la que convivo cada día, la alimentaré con el fruto de la tolerancia, la adaptación, la condescendencia, la comprensión y sobre todo la vida en armonía con su entorno y con la sociedad en la que se desenvuelva. Tal vez su simiente, el día de mañana, alimente a una nueva generación con el mismo fruto con el esta ha sido alimentada.

Y para terminar, trás este pequeña moraleja, saciaré la sed de l@s más curios@s diciendoles que sí, que mi interlocutor al otro lado del teléfono era una mujer.

Xouba


Nudismo obligado u obligatorio.

15/03/2006

La sesión de ocio del pasado fin de semana volvió a alargarse más de la cuenta y la señora encargada de cerrar y limpiar el polideportivo volvió a pedirnos que lo abandonaramos cuanto antes para terminar su labor. Por no variar, no le hicimos ni caso; y allí seguimos los cuatro (dos parejas) más uno (la madre de la otra chica) disfrutando del agua más allá del horario de cierre. Ante nuestro acostumbrado descaro y exceso de confianza, la buena mujer que deseaba terminar su trabajo cuanto antes optó por la solución de costumbre, no sin antes preguntarnos cual de los vesturarios dejaba para el final de la tarea para que nos cambiásemos: «el de siempre» fue la rápida respuesta que recibió.

Cuando apagó las luces decidimos salir del agua, tomamos nuestras mochilas y nos fuimos -como siempre- a «nuestro» vestuario común. De camino nos percatamos que no habíamos contado con el factor «más uno» que esta vez quebraba lo cotidiano de nuestra acción. Una vez dentro ella también se dio cuenta del «detalle» que tendría que cambiarse allí entre nosotros. La solución era fácil, cubriéndose con una toalla como otras veces hacía en la playa, tendría el problema resuelto; pero me temo que el hecho de quedarnos todos desnudos en un respiro, meternos en la ducha, compartiendo jabón y toalla, risas y carcajadas, la descolocó un poco. De repente, y sin darme cuenta me encontré desnudo hablando con ella del sano ejercicio que habíamos practicado esa tarde, que tendría que repetirlo, que su salud lo agradecería; entretanto la mujer, que lejos de estar cómoda parecía ajena a mis recomendaciones.

Sin más, sin dejar de mirarme a los ojos, pero con la vista perdida, se sacó el bañador y se quedó desnuda delante mia. La verdad, enfrascado como estaba en la conversación lo vi tan normal como en cualquiera de nosotros. Tras unos segundos en los que se le debió de pasar por la cabeza cualquier cosa menos lo que yo le decía, volvió a este planeta; y afortunadamente volvió desnuda. Se acomodó en su nueva situación, captó el sentido de mis palabras, y comenzó a moverse por el vestuario con la misma naturalidad, soltura y comodidad que mostrábamos nosotros. Se fue a la ducha y le comentó a su hija que aunque llevabán casi treinta años viviendo bajo el mismo techo, jamás se habían duchado juntas, y mira tu por donde ahora no sólo lo hacía con su hija.

La frase fue propicia para sacar el tema de la desnudez, del nudismo, del cuerpo; la señora concluyó que jamás se lo había planteado, y que de hacerlo se negaría en redondo; pero al ver la situación, la normalidad y la confianza que despedíamos, lo consideró obligado. Y puntualizó «que no es lo mismo que obligatorio»; a lo que le respondí que me lo matizase porque me gustaba esa definición: «a mí nadie, ni por activa, ni por pasiva, me ha pedido que me desnude; lo hice porque yo quise y porque la situación lo requería».

Visto este razonamiento tan positivo para la causa que defiendo desde hace años, cabe preguntarse si la desnudez en las playas de uso tradicionalmente nudista el desnudo debe ser obligado u obligatorio. Mi posición si no se ha leído entrelineas es porque el lector la ha pasado por alto, pero creo que está bien clara. Ahora me gustaría saber la tuya…

Xouba