Vestuarios mixtos.

27/01/2009
No es la primera vez que lo propongo, ni aquí ni en otros foros, incluso también lo he hablado en el gimnasio, con otros compañeros. Reconozco que al principio la iniciativa choca, e incluso puede provocar hilaridad si no se analiza profundamente, pero bien planteado sería bastante beneficioso para la mayoría de los centros deportivos, y por supuesto para la sociedad pues aprendería a ver el cuerpo del otro con el respeto que se merece y sin la salsa de la morbosidad con la que a muchos gusta de aderezar.
Para empezar supondría un considerable ahorro de espacio y también de energía (pues si en ese momento hay dos chicas y tres chicos no tendríamos que poner a funcionar la calefacción o el aire acondicionado de dos recintos); aunque en esta bitácora lo que realmente vamos a tratar serían los beneficios a nivel personal y social.
En primer lugar, la desnudez dejaría de ser un tabú, debemos reconocer que hoy por hoy el noventa por ciento de la sociedad entiende y extiende su desnudo entre las cuatro paredes de su habitación o su cuarto de aseo, al ampliar ese espacio y sobre todo al compartilo con personas ajenas a tu entorno incluso absolutamente desconocidas pasaríamos a darle otra dimensión al desnudo, pero empequeñeciéndolo, pues actualmente está tremendamente exagerado, es decir, ¿qué hace tan especiales los pechos femeninos o las nalgas masculinas -por ejemplo-, para desarrollar toda una conducta social destinados a ocultarlos? Haciendo un ejercicio de racionalidad, debemos reconocer que esas partes de nuestro cuerpo están sobrevaloradas.
En segundo lugar, la fisiología y el conocimiento del cuerpo sería más precisa. Así como los bikinis y bañadores vinieron a mostrar a una generación que las mujeres eran algo más que pantorrillas y escotes, la desnudez compartida permitiría también compartir cánones estéticos y no intentar emular todos a los figurines de revista salidos todos de un molde, que nos venden como un estándar.
Y en tercer lugar, la sexualidad cobraría una dimensión más amplia, a la vez que se reduce la hegemonía de la vista sobre unas partes concretas del cuerpo, se desarrollarían los otros sentidos que permiten una implicación más directa del individuo en el disfrute sexual. Ver unos genitales, llegaría a ser tan habitual como ver los pies, y aunque hay que reconocer que existen personas que se excitan con la simple visión de partes del cuerpo, la gran mayoría no encuentra el erotismo en aquellas partes que más se muestran.
Evidentemente se pueden extraer más beneficios, pero también habrá quien apostille mil perjuicios por cada uno de ellos; aunque realmente lo que me preocupa no es el análisis de esos perjuicios, sino los prejuicios que llevan a ese análisis.
Tampoco se trataría de una ley, norma, o principio universal, simplemente se trataría de habilitar recintos en los que existiese esa posibilidad de forma que cada cual las usase si creyese conveniente.
Realmente si se empezase por estas pequeñas iniciativas, la desnudez alcanzaría un nuevo estatus, pues empezaría a verse como lo que realmente es sin más mojama y sin más aliño que muchos quieren ponerle.

Xouba


Al trote.

03/01/2009
Ocurrio el verano pasado. Había salido en plan deportista y me encontraba trotando por un bonito bosque de pinos. Hacía calor, y -como no- la ropa me molestaba. Todavía se divisaban las últimas casas y ya me había sacado la camiseta, y no pasó mucho tiempo más antes de que me quedara totalmente sin ropa (salvo las zapatillas deportivas). Así estaba mucho mejor, ahora sí que el sudor al contacto con la ligera brisa que mi cuerpo generaba al desplazarse cumplía la función de refrescar.
A lo lejos entre los árboles y por un camino paralelo al mio, pude ver un grupo de personas que paseaban por la misma zona; tal vez buscando refugio a la sombra del sofocante calor. Seguí centrado en mi carrera, en mis pasos, y en el camino. El mismo camino que unos metros más adelante confluía en otro más amplio, más abierto, incluso más apto para trotar pues no tenía tantos accidentes, y por tanto, también más transitado. Pero eso no se me pasó por la cabeza, lo que me asaltó es que sería mejor ruta para mi pequeña carrera. Me aventuré por él, viendo como a escasos cien metros detrás de mí quedaban aquellos que antes había visto, y que ahora ellos me veían a mi corriendo con mis deportivas en los pies y mi camiseta y pantalón bien envueltos en la mano.
El camino serpenteaba entre los árboles hasta llevarme a un pequeño arroyo que salté sin dificultad, para luego abrirse a una gran explanada sin árboles, pero con vegetación baja. Mi visión aumentaba y me permitía ver a lo lejos a una pareja que también paseaba y que enfilaba mi dirección. Yo seguía centrado en mi trote. De vez en cuando alzaba la mirada y veía que la distancia se acortaba. Cada vez más. Hasta que nos cruzamos. Nos saludamos dándonos las buenas tardes y continuamos, esta vez quedando ellos a mi espalda.
Seguí mi camino y cuando volví a ver las viviendas opté por ponerme de nuevo el pantalón, no sin pensármelo dos veces, o tres. Sigue siendo mi asignatura pendiente. Pero ya he estado más lejos de hacerlo.
De esa experiencia destacar que creo que realmente me olvidé por completo de que iba desnudo, en ningún momento se me pasó por la cabeza claudicar y cubrirme o alterar mi rumbo; simplemente iba pendiente de mis pasos, del camino, y de disfrutar. Tal vez, fuera eso, el hecho de estar enfrascado en otra actividad lo que me hacía despreocuparme de la actitud de los demás hacia mí, aunque realmente hace ya tiempo que no me preocupa. ¿Será casualidad o será una evolución normal hacia el camino de la desnudez absoluta?

Xouba